Amigo fiel, auténtico y desprendido. Si alguien puede dar fe sobre estas cualidades de Raúl Juliá es la actriz y cantante Ivonne Coll.
Tras forjarse una carrera en Puerto Rico, en café teatros, hoteles y televisión, la artista quiso expandir sus horizontes y partió a Los Ángeles, donde irrumpió en la meca del cine con un personaje puntual en la cinta “The Godfather Part II”, de 1974. Allí, abrió sus ojos ante un mundo interpretativo del cual quería formar parte. Un gran amigo, el músico y actor boricua Tony Martínez le aconsejó viajar a Nueva York para estudiar a fondo todo lo relativo con las artes escénicas.
Entonces, ya Raúl Juliá era reconocido en la escena teatral neoyorquina. Pertenecía a la compañía del legendario productor y director Joseph Papp, con quien sería figura estelar en Shakespeare in the Park.
“Cuando llegó a Nueva York, ya Raúl era una figura establecida y respetada en la escena teatral de la ciudad, y compartió sus maestros conmigo. Él me contactó con su maestro de dicción, entre otros. Cuando yo llamaba a alguno de estos profesores y decía que me refería Raúl, no me preguntaban nada más, solo me decían ‘ven’. Eso me ayudó para mi audición con Joseph Papp, quien adoraba a Raúl y luego yo pasé a formar parte de la primera compañía de teatro multirracial que Papp fundó en Broadway. Así que yo digo que la energía de Raúl me llevó a alcanzar ese importante logro en mi carrera”, rememora Coll con evidente cariño y agradecimiento por Juliá.
“Raúl nos abrió puertas, nos dio permiso a todos los actores latinos que estábamos ingresando a ese mundo norteamericano del espectáculo. Él brilló haciendo Shakespeare en Broadway con su acento, con su cadencia latina, pero con una dicción perfecta. Él fue una gran inspiración”, destaca.
—¿Qué más aprendió de Raúl Juliá?
“Él era disciplina. Con él aprendí que hay que estar listo en todo momento, que hay que entrenar mucho, que en esta carrera no se deja de aprender nunca. Yo dediqué siete años a entrenarme en las diversas técnicas de actuación que se enseñan en Estados Unidos para teatro, cine y televisión. Raúl era perfección en escena. La primera vez que trabajamos juntos fue en ‘La gran fiesta’. Luego lo vi cuando protagonizó la pieza ‘Man of La Mancha’ que debutó en Los Ángeles antes de presentarse en Broadway. Recuerdo escucharlo cantar con esa voz profunda y cuando en medio del texto en inglés pronunciaba el nombre de Dulcinea en español. Eran esos guiños los que lo hacían sobresalir de los demás”.
Coll reafirmó esa conexión única con Raúl Juliá precisamente durante el tributo póstumo que se le rindió al actor en Los Ángeles.
“En esos eventos las personas suelen conversar, compartir anécdotas y recordar momentos. Algunas personas cantaron canciones de Broadway, pero no sé por qué yo sentí que tenía que cantarle a Merel (la viuda de Raúl Juliá) y comienzo a cantarle ‘Bajo un palmar’, de Pedro Flores. Fue como si Raúl me hubiese pedido que le cantara una canción que le recordara a Puerto Rico, que la hiciera sentir que él estaba a su lado. Él me lo dictó. Fue algo tan especial”, recuerda.
—Si tuviera de frente a Raúl Juliá una vez más, ¿qué le diría?
“Si viera de nuevo a Raúl le diría: ‘Te amo con todo mi corazón’. Es importante decirles a las personas que los amas, porque vivimos como si fuésemos eternos, como si nunca fuésemos a irnos de este mundo. Es bendecir esa vida, ese ser que tenemos ante nosotros. Y por supuesto, le diría: ‘Gracias, Raúl’”.