Colega, maestro, amigo, hermano, padre… todos estos papeles los encarnó Raúl Juliá para Esaí Morales en el escenario de la vida real.
El veterano actor puertorriqueño nacido en Nueva York, con una trayectoria que supera las cuatro décadas en teatro, cine y televisión, no puede evitar emocionarse cuando rememora cómo conoció al legendario histrión santurcino y la huella que dejó en su persona como artista y compatriota.
“Yo digo que, para mí, Raúl fue como un padre, porque cuando lo conocí tenía 18 años. Estaba acabado de graduar de la escuela superior y conseguí mi primer papel en Shakespeare in the Park, como uno de varios intérpretes de Ariel en ‘The Tempest’. Raúl era ‘Próspero’, el protagonista. Yo crecí sin una figura paterna y mi mamá se oponía a que yo me dedicara a la actuación. Por eso, en ese momento, conocer a Raúl y verlo como eje de aquella producción me inspiró y me motivó. Aprendía de verlo, de su ética de trabajo, su disciplina, su energía”, rememora Morales, quien conversó con El Nuevo Día desde Londres, donde filma su segunda intervención estelar en una cinta de la franquicia “Mission: Impossible”.
“Para mí, Raúl era como de otro planeta. Era especial, era mayor que yo. Venía de Puerto Rico; él se crió en su atmósfera, no era inmigrante, o hijo de inmigrante como yo, en Nueva York, que éramos los ‘outsiders’, él no tenía eso. Era nacido y criado en Puerto Rico, bien educado, no era la historia del que venía de luchar de la nada. Él no era lo que la gente en Nueva York veía o quería ver de los puertorriqueños; él estaba cómodo en su propia piel. Hasta tenía su acento, pero no dejaba que eso le restara valor”, reflexiona Morales.
De aquel encuentro en las tablas en la Gran Manzana nació una amistad de la que Esaí guarda anécdotas únicas.
“Hay una historia que siempre cuento y es que una vez Raúl me invitó a comer y yo era un muchachito bien tímido para comer y decía que no me gustaban los mariscos, porque no los había comido, a lo mejor unos camarones. Pero Raúl me lleva a Chinatown a uno de esos restaurantes que quedan en sótanos y nos sirven un balde de cangrejos y yo le digo que yo no comía eso y él me responde con aquella voz profunda y con cara de patrón: 'Te vas a sentar, te lo vas a comer y te va a gustar'; y la cosa es que terminé comiéndome el balde de cangrejos”, rememora entre risas.
Con el paso del tiempo, las carreras de ambos actores tomaron rumbos diversos; Juliá continuó combinando sus presentaciones en Broadway con la incursión en el cine. Mientras, Morales se mudó a California para cimentar su carrera tanto en televisión como en la pantalla grande. Por casualidades del destino volvieron a trabajar juntos una vez más en la que sería la última película protagónica de Juliá, la aclamada producción para la televisión “The Burning Season”. El filme está basado en la historia real de Chico Mendes, un recolector de caucho brasileño que protesta contra el gobierno y los desarrolladores que quieren talar parte de la selva para construir una carretera.
“Una noche, durante una pausa en el rodaje, saqué una guitarra porque estaba aprendiendo a tocar, y comencé a tocar las partes que me sabía de ‘En mi Viejo San Juan’ y Raúl comenzó a cantarla con esa voz y la cantó tan linda que seguí acompañándolo como pude. Iban a grabarlo, pero él no quiso, así que ese es un recuerdo que solo tenemos quienes lo vivimos”, destaca.
Ese segundo encuentro profesional con el actor le llevó a confirmar aquellos detalles que hacían único a Raúl Juliá.
“El arte, el talento, no es algo que se puede medir con números; se mide con el corazón, con sentimiento. Él era un artista que no permitía que a su alrededor bajara el nivel de calidad, de técnica, había que estar en su punto más alto, listo en todos los aspectos para dar vida a un personaje, para contar una historia. Requiere dedicación, requiere inteligencia y una disciplina que no se puede fingir, y todo eso él lo tenía”, asevera Morales.
De Raúl Juliá, Esaí abrazó una lección adicional, la de poner su voz y la atención que su nombre pueda provocar en el público al servicio de causas en beneficio de la humanidad. El bienestar de la comunidad latina, con sus necesidades particulares, encontraron unos aliados en ambos actores.
“Existe una responsabilidad con la comunidad puertorriqueña y con mi gente latina en general, porque yo soy chicano honorario. La mayoría de mis personajes latinos han sido mexicanos y los represento con orgullo y dignidad. También creo que la mejor manera de representar a mi gente, al latino en general, es haciendo el mejor trabajo y siendo la mejor persona posible; en lugar de hablarlo, hacerlo, hay que vivirlo. Mi orgullo no es uno explosivo, soy más tímido, mi orgullo lo llevo dentro, pero si me rascas, me encuentras la mancha de plátano. Estoy orgulloso de ser puertorriqueño. En ese sentido, Raúl Juliá hizo lo que yo quiero hacer: abrir puertas a través de mi trabajo. Y él como activista se dedicó al bienestar de la raza humana, a luchar contra el hambre, Y lo hizo sin publicidad, sin aspavientos. Él siempre fue una figura digna. Por eso, es importante mantener su recuerdo vivo. Que los jóvenes aprendan quién fue él, qué hizo”, recalca.
Al pensar que ya son treinta años sin la presencia física de Juliá, Esaí confiesa que siente que fue temprana su partida.
“A lo largo del tiempo he trabajado en proyectos en los que he pensado: ‘Fíjate, Raúl hubiera estado brillante en ese rol, pudo haber actuado de nuevo conmigo, ser mi amigo, mi tío, mi padre’. También valoro que cuando ya yo estaba establecido en Los Ángeles, él tuvo el detalle de ir a visitarme a mi casa. Para mí, fue como si un hermano mayor me hubiera ido a ver”, puntualiza.
Finalmente, al conversar sobre la relevancia que tiene recordar a Raúl Juliá y su legado, Esaí sentencia: “Cualquier oportunidad de honrar a Raúl, a su figura y su cuerpo de trabajo, es un honor para mí”.